El mundo ha vivido tormentas grandes y tormentas de escaso porte. Pero tarde o temprano, unas y otras, terminan diluyéndose, y todo vuelve a la calma. Pero esta calma, no siempre es la que conocíamos. Hay tormentas que lo transforman todo, y tras su retirada, el mundo ya no es el mismo. Esa nueva situación, extraña para nosotros, se la conoce como “nueva normalidad”.

¿Cuánto durará la tormenta? ¿Cómo quedará el panorama luego? Estos y otros son interrogantes cuyas respuestas aún no conocemos, aunque sí existen ciertas predicciones.Seguramente la crisis que estamos viviendo será catalizadora de tecnologías y comportamientos que antes emergian tímidamente. Este es el caso de la telemedicina, de la educación a distancia y de las reuniones virtuales, por citar solo algunos ejemplos.

Algunas nuevas realidades han aparecido en forma gradual. Décadas atrás, un corte eléctrico era parte de nuestra vida cotidiana, y las lámparas de queroseno y las velas decoraban nuestros hogares. Casi sin darnos cuenta, nos fuimos volviendo cada vez más exigentes y ya no nos resulta tan fácil no contar con suministro eléctrico.Otras realidades nos invaden sin aviso, y nos enfrentan a un cambio radical en nuestra forma de pensar, en nuestros hábitos y en el modo de producir y comercializar bienes y servicios. En 2015 Peter Hinssen, en su libro “The new normal”, nos decía que los consumidores tendrían cero tolerancia a las fallas digitales.

Hoy esperamos tener acceso a Internet en cualquier momento y en cualquier lugar. La falta de conectividad es tan grave como la de energía eléctrica. Pero esta exigencia fue más abrupta que la anterior.Hace años las empresas han comprendido que más que vender productos o servicios, ofrecen experiencias a sus clientes. La pregunta hoy es ¿cuáles serán las experiencias que la nueva realidad exigirá? El sistema de salud nos llevó a solicitar sus servicios desde nuestros hogares. Seguramente en el futuro próximo esperaremos que nos lo brinden sin necesidad de trasladarnos. Y la telemedicina jugará un papel preponderante.

No quedan afuera el sistema financiero, la gastronomía, el entretenimiento, la educación, por solo mencionar algunos.Al igual que la “tobillera” que utilizan quienes tienen prisión domiciliaria, hoy el código QR rojo muestra que el portador de ese celular no debe abandonar su hogar. Del mismo modo, podrá limitarse el ingreso a un restaurante, teatro o a abordar un avión, a una persona enferma o que haya estado en contacto con alguien en esa situación.

¿Pero quiénes serán los nuevos prósperos luego de esto?

 Hubo una época en la que cazadores y recolectores vieron casi con asombro, y por qué no con angustia, cómo eran superados por los agricultores. Se estima que la producción aumentó en 50 veces y con ello la generación de riqueza. Fue un proceso en el cual los cazadores y recolectores se convencieron de cuál debía ser su nuevo rol, y así se redujeron un 90%. Con la llegada de la Era Industrial, la producción multiplicó por 50 la de la granja familiar y redujo en un 90% el número de agricultores. Posteriormente vivimos la Era del trabajador de la información y el conocimiento, y Stephen Covey aseguraba que este sería el siglo donde la clave ya no serán las personas, sino la forma en la que se relacionan, generando resultados extraordinarios y sostenibles. Con certeza veremos nuevamente como la producción supera en forma drástica la de la Era Industrial y del Conocimiento.Los impulsores primarios de la prosperidad económica en la Era Industrial eran las máquinas y el capital.

Las personas eran necesarias, pero reemplazables. Aún hoy, muchas de nuestras prácticas gerenciales vienen de la Era Industrial. Al igual que en cada cambio de Era, hoy necesitamos un nuevo esquema mental, nuevas habilidades y nuevas herramientas.Peter Drucker decía que “cuando se haya escrito la historia de nuestro tiempo, el acontecimiento más relevante no será la tecnología ni internet, sino el cambio en la condición humana: por primera vez un gran número de personas deben gerenciarse a sí mismas y no estamos preparados para ello”. Se requiere de un liderazgo que libere el potencial de las personas hacia metas inspiradoras y convincentes. Un liderazgo que genere ambientes donde las personas trabajen en forma interdependiente, complementando sus capacidades e ideas, y logrando así resultados extraordinarios.

Aunque la tormenta no nos lo permita ver, estamos atravesando una de las más entusiasmantes y prometedoras épocas de la historia de la humanidad. Cambios que están creando una oportunidad sin precedentes para el crecimiento y la prosperidad de las personas, las organizaciones y toda la sociedad. Hoy hay organizaciones que solo esperan el momento en que la ola las cubrirá. Otras, aferradas al timón, están concentradas en cómo surcar estas peligrosas aguas y así por fin llegar a un puerto seguro. Y aquellas que además de guiarse por un “plan de navegación” se preparan para la nueva normalidad, aún no teniendo certeza de cómo será.

La empresa exitosa de la nueva normalidad será la que sea capaz de generar:

  • Desempeño superior sostenido – en lo financiero y en lo operativo, con estrategias ágiles e innovadoras.
  • Clientes leales – van más allá de la satisfacción de sus clientes, los fidelizan.
  • Colaboradores con alto compromiso, energía y pasión, con foco en las prioridades del equipo.
  • Contribución distintiva- su misión les otorga el reconocimiento de la sociedad.

Estos cuatro resultados se pueden medir y también la rentabilidad y beneficios para todos los grupos de interés. Pero más allá de estas recompensas, hay algo más profundo y significativo: saber que se está dejando una huella extraordinaria.

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