Si tu mentalidad hacia el trabajo no ha cambiado significativamente desde que te convertiste en gerente, es probable que no estés gestionando realmente. Hay un millón de maneras en las que la gestión de personas es diferente a trabajar como colaborador individual. Y tienes que cambiar tu forma de pensar y lo que haces para tener éxito en tu desafiante y gratificante papel.

He aquí algunas formas fundamentales de hacerlo.

1. Centrarse en hacer las cosas a través de otras personas (en lugar de hacerlas uno mismo)

Puede que tengas una gran capacidad técnica -y puede que incluso sea una de las razones por las que te han ascendido-, pero esa capacidad no te servirá para dirigir. Conseguir grandes resultados de un equipo de personas requiere un conjunto de habilidades totalmente diferente. La principal medida de tu rendimiento no es el número de operaciones de venta que cierras, ni la cantidad de código que escribes, ni la calidad de tus análisis, sino el número de operaciones que cierra tu equipo, la cantidad de código que escribe tu equipo y la calidad de sus análisis.

Parece un cambio sencillo, pero muchos directivos tienen grandes dificultades para llevarlo a cabo. Para algunos, todas esas reuniones con los colaboradores directos y las conversaciones de ida y vuelta no parecen «trabajo real». Pero buscar, organizar y comunicar la información es un verdadero trabajo de gestión que, cuando se hace bien, permite aprovechar a su equipo para lograr un impacto mucho mayor del que podría lograr por sí solo.

 

Adopta la mentalidad:

Selecciona cuidadosamente y da forma a los objetivos del equipo que se alinean con los objetivos de tu empresa y otras iniciativas. A continuación, considera, planifica y comunica los detalles: ¿Qué aspecto tiene el resultado ideal y puedes explicarlo claramente a tu equipo? ¿Cómo organizar y delegar el trabajo? ¿Cuánta orientación necesita cada colaborador directo para lograr ese resultado ideal? ¿Cómo conseguirás lo que tu equipo necesita de otras personas de la organización? Y una vez que el trabajo esté en marcha, ¿qué correcciones hay que hacer para que los planes funcionen?

Los grandes directivos entienden que no pueden determinar estas cosas de forma aislada. Se necesitan conversaciones bidireccionales, reuniones y otro tipo de trabajo directivo real.

2. Conecta con tus colaboradores directos como personas para poder ayudarles a dar lo mejor de sí mismos

Casi todas las decisiones que tomas en el trabajo afectan a la vida de tus colaboradores directos, y no sólo a la forma en que pasan sus horas de trabajo. Los directivos pueden influir enormemente en la vida de las personas, en su crecimiento profesional, en sus carreras y en su felicidad personal. ¿Suena desalentador? Puede serlo. Pero piensa en la oportunidad: Cada vez que ayudas a alguien a superar un reto, a cumplir un objetivo, a emprender algo nuevo, a verse más capaz o a sentirse más comprometido en el trabajo, estás mejorando la vida de alguien, no sólo haciendo el trabajo.

Primer paso: Conoce a tus colaboradores directos: qué es importante para cada persona y cómo puedes ayudarles a prosperar. Cuanto más ayudes a los demás a tener éxito, más éxito tendrás tú. Es muy ingenioso cómo funciona eso.

Adopta la mentalidad:

Si aún no tienes reuniones periódicas con cada colaborador directo, prográmalas y comienza a realizarlas ahora. Hazlas sagradas, no las canceles. Se trata de un tiempo dedicado a establecer una relación más sólida, a la orientación y a discutir el desarrollo de la carrera o cualquier otra cosa que la persona necesite para tener éxito en su función y crecer en el futuro. Puede que estés acostumbrado a dirigir las conversaciones, pero ten cuidado de no dominar las conversaciones individuales de tus colaboradores directos. Tendrás conversaciones más significativas y reveladoras si haces preguntas reflexivas y pasas la mayor parte del tiempo escuchando realmente.

3. Elige y utiliza tus palabras con sabiduría: tus comentarios influyen en el comportamiento de los demás

¿Tus colaboradores directos están haciendo un buen trabajo? ¿Un buen trabajo? ¿Podría ser mejor? Aunque ellos tienen sus propias opiniones, también se dirigen a ti, el responsable de evaluar su rendimiento, para que les ayudes a saber dónde están.

La retroalimentación bien aplicada es una de las herramientas más poderosas de que dispones como directivo para influir en el comportamiento de tus colaboradores directos, ya que ayuda a definir y aclarar sus expectativas, les da una idea del impacto de sus acciones y proporciona una orientación clara sobre lo que deberían hacer más y menos. También puede ser un gran motivador, ya que muestra a los colaboradores directos que tú les prestas atención, reconoces su esfuerzo y te preocupas por su progreso.

Sin embargo, la mayoría de los directivos no dan suficiente feedback, a pesar de su vital importancia.

Adoptar la mentalidad:

La retroalimentación significativa, ya sea para reforzarla o para redirigirla, debe ser una conversación. Incluso puedes empezar una conversación sobre el feedback preguntando: «¿Qué piensas sobre la forma en que X?» antes de ofrecer tu propia perspectiva.

Para asegurarte de que tus comentarios son útiles, enraízalos en una observación de un comportamiento específico (por ejemplo, «Me he dado cuenta de que has enviado una agenda detallada con antelación») seguido de su impacto (por ejemplo, «Eso realmente ha ayudado a todos a prepararse para la reunión, así que hemos conseguido hacer mucho más»). Y para asegurarte de que das suficiente feedback y lo distribuyes de forma equitativa entre tu equipo, considera la posibilidad de establecer una cuota semanal para el número de veces que das feedback a cada subordinado directo.

4. Aprende siempre, aunque te resulte incómodo.

El trabajo de un directivo es tan complejo que es imposible ser excelente en todo lo que haces. Además, el contexto de cada situación es importante: un enfoque que funcionó con una persona o en una situación puede no funcionar con otra. Pero esto es lo que puedes hacer para ser excelente: Aprender de tus inevitables errores, hacer ajustes y mejorar con el tiempo.

También puede ayudarte a identificar preventivamente algunas áreas en las que eres más débil. Por ejemplo, ¿sueles destacar en la resolución de problemas detallados, pero te cuesta influir en los superiores? Si sabes eso de ti mismo, tal vez quieras centrarte en mejorar la forma de defenderte a ti mismo y a tu equipo, y también posiblemente frenar si tienes la tentación de involucrarte en cada detalle del trabajo de tu equipo (a nadie le gusta un microgestor).

Adopta la mentalidad:

Busca opiniones -de tus colaboradores directos, de tus compañeros y mentores, de tu jefe- para saber cómo te presentas ante los demás y qué podrías hacer mejor en aspectos concretos de tu trabajo (es imposible conocer tus puntos ciegos sin preguntar). Puede resultar incómodo e incluso personalmente doloroso abrirse a las críticas: nadie quiere oír que se está quedando corto. Pero es fundamental tomar conciencia de ti mismo y corregir el rumbo antes de que un hábito cause un daño importante a tu equipo o a tu carrera.

Otra forma de potenciar tu aprendizaje: Busca la opinión y el consejo de directivos experimentados, mentores y compañeros cuyas habilidades admires. Contar con una sólida red de asesores puede ayudarte a evitar errores y a darte cuenta de que no estás solo en tus desafíos.

5. Aprovecha tu resiliencia para liderar a través de la ambigüedad y el cambio.

Como gerente, se supone que estás al mando. Pero con las estrategias cambiantes de la empresa, las reestructuraciones, las prioridades poco claras de tu jefe y otras olas de cambio e incertidumbre, puede que sientas que no tienes el control que pensabas que te daría el ser gerente.

Sin embargo, tu trabajo consiste en marcar un camino claro para tu equipo. Si te asustas ante la incertidumbre o pones cara de felicidad y actúas como si todo fuera bien, tu equipo se dará cuenta de tus señales de comportamiento y no solo se sentirá tan desorientado como tú, sino que podría empezar a desvincularse.

Para evitarlo, fomenta la autoconciencia sobre cómo sueles reaccionar ante la incertidumbre y el cambio, de modo que estés mejor preparado para gestionar tus emociones y evaluar con calma tu situación (tanto las oportunidades como los retos). Y no olvides que, aunque tengas muy poca visibilidad de los cambios de la empresa que están afectando tu día a día, tu equipo tiene aún menos contexto y acceso a la información. Depende de ti comunicar a tus subordinados directos lo que sabes (y lo que no sabes) y luego guiarlos de manera eficaz.

Adopta la mentalidad:

Adopta un enfoque equilibrado para evaluar la situación, porque recurrir a los peores escenarios o a un optimismo implacable no te ayudará a largo plazo y no contribuirá a disipar los temores y las preocupaciones de tu equipo. ¿Cómo te sientes ante un cambio? ¿Qué ganas y qué pierdes tú y tu equipo (es importante reconocer ambas cosas)? ¿Cómo puedes ayudar al equipo a avanzar?

A continuación, comunica claramente a tu equipo lo que está ocurriendo, por qué y cómo afecta a su trabajo. Presta mucha atención a la respuesta de los miembros de tu equipo y busca oportunidades para unir y motivar al equipo, independientemente de si ves un futuro potencialmente brillante (por ejemplo, «Esta nueva dirección nos ofrece una gran oportunidad para X porque…») o retos difíciles en torno a los cuales tu equipo puede unirse (por ejemplo, «Soy consciente de que esta ronda de despidos supondrá un trabajo extra para nosotros. Va a ser duro, así que tendremos que trabajar juntos…»).

Para más información, consulta Cómo guiar a tu equipo a través del cambio y 8 formas de gestionar mejor la ambigüedad y la incertidumbre.

6. Gestiona tu energía para poder trabajar de forma sostenible sin agotarte.

Si eres un directivo típico, tu trabajo se ve cortado en pedazos por las reuniones, las interrupciones y el cambio mental entre el pensamiento a gran escala y la resolución de problemas diarios. Te enfrentas a problemas de negocio y problemas de personas, y al final de algunos días, encontrarás tu lista de tareas más larga, no más corta, a pesar de tu mejor esfuerzo. Suspiros.

En un intento por conseguirlo todo, es posible que te saltes los entrenamientos matutinos, que almuerces en tu escritorio, que termines los correos electrónicos antes de acostarte y que dejes que el trabajo se extienda a tus fines de semana. Estas estrategias pueden incluso parecer más productivas, durante un tiempo. Pero no puedes mantenerlas a largo plazo. Y además, tu propio exceso de trabajo crónico es un mal ejemplo para tu equipo.

Gestionar es un maratón, no un sprint. Necesitas una mente clara y tranquila y un cuerpo sano para poder concentrarte, gestionar tus emociones y tomar buenas decisiones. Así que, ¿cómo lograr esas cosas en el torbellino de tus días de trabajo? Empieza por priorizar de forma implacable tu tiempo en el trabajo más importante, y ten en cuenta que una de esas cosas «más importantes» es el autocuidado.

Adopta la mentalidad:

Acostúmbrate a priorizar regularmente tu trabajo más importante para que tu carga de trabajo sea realista y no desperdicies tu valiosa energía. Y haz una evaluación personal de tu equilibrio entre el trabajo y la vida privada, tu actitud y tus hábitos de salud, concretamente cómo comes, haces ejercicio y duermes. En función de lo que descubras, puedes establecer un nuevo límite entre el trabajo y la vida privada, trabajar en la gestión de tus emociones, programar un ejercicio regular, modificar tu dieta o probar tácticas para dormir mejor.

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